A través de la correspondencia entre un padre y una hija, de encuentros y separaciones, entramos en un mundo íntimo, atravesado por acontecimientos históricos y políticos. Es el anhelo de un país imaginado, conquistado, que nos lleva a diferentes continentes y latitudes: desde la diáspora, entre la cultura árabe, América latina y la antigua URSS. Mi país perdido es una elegía a una patria saqueada por una violencia sin sentido, que se construye como un poema cinematográfico y una carta de amor a un padre.